miércoles, 21 de febrero de 2018

Los Ñoquis


Los ñoquis. Creo que nunca me voy a olvidar de eso. Bueno tal vez sí, pero ahora que lo escribiré quedará grabado para siempre en estas líneas.
A veces pienso en querer encontrarte. En sueños, en sensaciones, no sé, de alguna manera. En manifestaciones. Comunicación de algún tipo. Se siembra una esperanza ciega, que cae al vacío mismo sin parar. Me eh descubierto inventando historias que me puedan llegar a pasar. Como aquel ingeniero que algún día podría aparecer cerca mío, lo suficiente para yo escucharlo hablar, que se llamé como vos y que le podría contar a alguna persona que algún domingo, su esposa e hija le hicieron unos ñoquis riquísimos. Y contará detalles de ese almuerzo, y dirá cosas que me hará comprender que sos vos. Que es un mensaje tuyo. Porque contará cosas que eh pensado solamente y que nadie lo podría saber.
Los ñoquis estaban ricos, con un toque de amargura, claro. Esa que cae como trago de fuerte aguardiente por la garganta. Ese husito de pollo que entra sin querer y te raspa todo por dentro. ¿Cuantos días antes fueron? ¿dos? O tal vez fue el día anterior, porque Ese día, en Ese momento, yo estaba haciendo las compras y te juro que pensé en los ñoquis. Los pensé. Me habías dicho que tenías ganas de comer ñoquis. Y eso me quedó dando vuelta en la cabeza. Hasta el día de hoy. Y vi y pensé en los ñoquis mientras vos vivías Ese momento.
Yo iba en busca de otras cosas. Los ñoquis, te dije, los iba a hacer otro día, más adelante. Es que no sabía que no podría haber un “más adelante”. Y cuando llegué a casa y me enteré lo que pasó…  traté de aferrarme a la calma. No imaginé lo que vendría después. Y los ñoquis quedaron relegados.
Esa fue semana áspera. No me voy a olvidar más de esa semana. De cómo me sentí, de lo que sentí. Fue a flor de piel. Fue tanto. Es tanto. Realmente sentí la mortalidad, porque ya la conocía, si, ya la sabia, pero nunca la había sentido tanto como ahora la siento.
Y me quedé con los ñoquis en el aire. Con ese deseo saliendo de tu boca. Y a veces me rio porque es una tontería pensar en eso, pero me surge y lo pienso, le doy importancia y lo hago algo. Lo sé. Que le voy a hacer.  
 Y cuando al domingo siguiente de tu partida, 5 días después, y 8 días después de Ese momento en que te pensé y vos ahí pasando Eso, y 9 o 10 días después de tu pedido; ahí, en ese domingo sin vos, hicimos los ñoquis. En tu memoria. Y fue como con el raspado en la garganta, el silencio del alma, el espacio vacío de tu silla, el corazón latiendo con el lagrimal húmedo, que en tu honor, pequeño y significativo honor, quise dedicarte los ñoquis. Y creo que los disfrutaste. Si lo creo. Lo siento. Y estaban ricos. Salieron bien y te pensé. Comiéndolos, aplacando tus ganas inconclusas a través de mí, de nosotros, los comedores de ñoquis.
Es una historia que la pienso. Me da nostalgia. Los Ñoquis. Es como un simbolismo, como una anécdota que a cumplirse 5 meses todavía sale de mi aparato pensador, La Incansable, como le digo yo. Esa historia del ingeniero y sus ñoquis, ese “Bon appétit” que sale sin querer pero queriendo. Ese domingo de ñoquis.