Calla Atardecer.
Y deja que vuelen, que
sueñen y se desplieguen por el aire los pensamientos. Esos que están enterrados
en la boca, aplastados por la lengua revoltosa. Pensamientos atrapados por
palabras quejumbrosas, por palabras vanas y celosas. Palabras crujientes que
desordenan pensamientos profundos y gloriosos.
Calla Atardecer.
Deja ver esos ojos
claramente. Abre esa mirada tímida y sigilosa y conviértela en susurros de
amor, en sonidos de alma tranquila, de seguridad plena. Imprégnala con corazón,
con razón. Y que firme, vuele desmedidamente. Porque esos ojos me cuentan todo
aquello que quieren ver, pero no terminan de bosquejar su historia.
Calla Atardecer.
Junta todo aquello ¡y que se
arme un coro decidido! Que trasporte integridad, arrebato y júbilo. Un coro de
miradas combinadas con las palabras proclamadas por sus pensamientos seguros,
propios de esa mente, ahí arriba, la que dirige la batuta. Ese Director de la
banda que es este cuerpo, esta alma. Y que canten fuerte, dulce y
apasionadamente.
Calla Atardecer, pues es tu
ocaso el que se lleva parte de las melodías del alba, esas melodías que
comienzan con el día y llenan de vida alrededor. Melodías puras, concretas,
sinceras. Calla una vez más Atardecer, y permite al Director que se conecte con
el alma, para regalarle al corazón, los pensamientos más plausibles, transformándolos
en voz.