viernes, 7 de julio de 2017

Su mirada atenta

     Corría una leve brisa que aseguraba el cálido verano por venir. Esta me acompañaba mientras descubría cada rincón de ese bello lugar rodeado de tranquilidad. De pronto, como si ambos acordáramos, nos detuvimos. Juntos, en el mismo lugar o en el mismo momento. Allí, delante nuestro estaba ese parque verde y ordenado. Sin más entré, descubriendo un pequeño oasis de árboles y animales pasivos. Perros que no ladraban, pájaros que casi ni se oían, pavos reales sigilosos. Busqué refugio del sol y del cansancio en un banco presto a una callecita interna. Me senté a disfrutar del momento y mi mente, como siempre, comenzó a divagar. Tal vez también me encontraba escribiendo, reflexionando o todo a la vez. No recuerdo bien mas lo importante está por venir porque en un momento advertí unos ojos en mí. Estos estaban como incrustados en mi persona. Mirada casi caprichosa, terca, obsesionada. Estaba justo al frente mío, parado a la vera de un árbol, como si quisiera copiar mi refugio al sol y al andar. Lo observé al principio sin demasiada importancia, como algo pasajero. Será curioso – pensé. Pero después de unos minutos, me di cuenta de que aquel pavo real quería algo más. Estaba quietecito ahí, mirándome continuamente. Lo contemplé de la misma forma, para ver que pretendía. O tal vez era yo la que lo estaba copiando ahora. Y allí empezó un juego de poder. El animal no cesaba de mirarme. Permanecía decisivo, resuelto, en su lugar, sin moverse. No me sacaba la mirada de encima. Sonreí para mis adentros y miraba para otros lados, tratando de restarle importancia al asunto pero su actitud me fue atrapando. Inmutable estaba él, al lado del árbol. Las preguntas me empezaron a rondar por la cabeza: ¿qué quería ¿algo en mi le llamaba la atención? ¿quería pasar para este lado? ¿quería estar en mi banco? En fin. Preguntas. La verdad es que me reía sola. Pero ¡aquello persistía! Esta escena estaba durando más de 5 minutos desde que yo lo noté y ya me estaba incomodando. O en realidad me mataba la curiosidad. O ambas. Comencé a moverme en el banco a ver si el pavo de despabilaba, pero nada. Él fiel a sus ideas. 10 minutos y no miento. Comencé a sospechar que el pavo quería que me fuera, que no se movería de allí hasta que yo me fuera antes. ¡Me estaba desafiando! Un pavo real, es decir, ¡un pavo de verdad! ¡Osó a retarme a un duelo de poder! Asiqué así estábamos, mirándonos. 15 minutos. Era hora de hacer algo. Rondaba en mi cabeza la idea de levantarme para ver qué pasaba. Pero no quería otorgarle al pavo esa ventaja. Que me venciera. Estaba a gusto en ese banco ¿por qué habría de irme simplemente por un ave? Pero ¡tenía que corroborar mis sospechas! Ahora estaba segura de ello. Me quería afuera. Me sentía una pava con tantos pensamientos banales. Pero… le dejaba la victoria de las miradas y me gratificaba con mis sospechas o permanecía allí hasta que de verdad quisiera irme y que el animal haga su vida. Me sentía realmente pava. Una pava real. Decidí quedarme pero así como de pronto, me levante, otorgándole la partida al él. Caminé 10 pasos, renegando de mi actitud sumisa, refunfuñando. Me di la vuelta y volví al lugar para ver qué había pasado. El pavo ya no estaba allí, solo había desaparecido por donde vino. Se volvió. Me sentí entre sometida y encantada. El pavo real venció a la pava de verdad.  

                                         Este texto está basado en hechos reales, Abril, 2017