Era de esas noches en que estas convencida de vos misma. En que te
rendís al placer y logras entender cada centímetro del tiempo recorrido. No hay
cuestiones en la mente, no existe un “super yo” posesivo, ni moral, ni
cerrojos. La sangre corre por las venas, los pies marchan, el sol ilumina.
Con una sonrisa y ojos despreocupados entras en el juego. Sacas
convencida el ancho de basto para cantar truco, dispuesta a retrucar si te
cantan a vos primero. Conoces tus cartas. Pero no sabes las del otro lado…o sí.
Y es en ese juego de miradas, cómplices, donde todo sucede, donde por señas, te
invitan a envidar, donde de a poco, jugando las cartas, conoces su movida y
aprendes de ello. Tenes decidido tu juego y avanzas. El otro lado se conecta y
muerde el anzuelo.
El beso fragante. Salivar. Una cara conocida, pero diferente a la
vez. Igual pero distinto. Las imágenes vuelan, el cuerpo habla. Sensaciones,
emociones, cuestiones. Me compenetro en esta instancia y me acerco un poco más.
El dulce perfume mezclado con otro aliento. Una caricia experimental. Suenan
las campanas. Mil preguntas que quizá no tienen respuestas, o quizás tenga más
de una o ninguna. Preguntas vanas que no tienen sentido o están llenas de
significado, de significancia. Preguntas que no son necesarias. ¿Preguntas?
Abro mis membranas para conocerme desde dentro. Permito verme reflejada
en tus ojos. Veo un espejo cargado de historias. Doble sentido, doble mirada,
derecho y revés. Vivo el momento ya
vivido. El carnero prende su alimento. El inconsciente dispara flashes
emitiendo sonoridad silenciosa. Eso que suena pero que no tiene sonido. Ese es el
punto. Llega otra vez, lo nuevo. Lo conocido y olvidado. Retenido. El
sentimiento de la seguridad. Lo nuevo ya vivido, la diversidad de lo
encontrado, la historia detrás de la historia, el cuadrado redondo. La vida de
otro. La sensación de querer lo sentido, del saber profundo y decir sí. Esto es
esto y aquello es aquello, me quedo con lo que quiero. Sé. Arde de pasión todo
a mi alrededor. Arden mis entrañas de pensar en aquel momento que ahora estoy
viviendo. Suena… ¿escuchas el silencio? impregna con imágenes la colina de tus
encantos. Lo que hay del otro lado, lo que se ve, la emoción de sentir algo que
no tiene sentimiento único, que conecta y sensibiliza.
Sentirme, descubrirme, ver…me. Conocer más de ese cuerpo volátil.
Formas, gustos, olores. Caja de pandora.
Se sabe, y sabe rico. Se afirma lo sabido. Se conoce, se aprende.
Se disfruta. Cuanta locura y cordura a la vez. Lucidez y demencia. Un todo
compuesto, imposible de separar. Como el funcionamiento de un sistema. Se funde
todo y funciona, se fusiona: La decisión y la incertidumbre, la costumbre, el
orden, la libertad, la dependencia, la razón, la insensatez, la proactividad,
la reactividad, la firmeza, la fragilidad y más. ¡Oh, cuanto más!
Dejo vibrar el cielo, y se abren las nubes para que aparezca una
luna llena, redonda, con principio y fin infinito. Vuelvo a vos. Vuelvo a mí.
Perdida entre estas moralejas, bajo el nirvana. Y me encuentro placida, recostada
sobre mis emociones vividas. Mojada por el embriagante éxtasis. Crece el diablo
sabio. Crece la sabiduría en el medio de mis viseras.
Somos uno, igual al otro. Somos dos, igual a vos. Somos tres y con
vos diez. Se trata del otro, no de uno mismo. Se trata del otro. Percepciones
revoloteando como el amor platónico. Que sentís vos acá, y que pensas vos sobre
lo que percibo yo.
Vivir.
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