viernes, 9 de septiembre de 2016

La naturaleza anda diciendo...

Muerdo con fuerza, con tanta energía que mis colmillos parecen romperse. Es que aún estamos en la cima de nuestro amor. Mezclando nuestros cuerpos salvajemente. Roen impacientes unos con otros y necesitan de tu cuerpo. Entonces, en mi cabeza, esto se hace insostenible e instintivamente lo hago: te abrazo con este cuerpo mío y te devoro. Estabas tan apetitoso que no pude resistirme y me lancé hacia vos. O te lancé a mi boca.
Gemías mientras yo saboreaba tu cuerpo. Era necesario, casi sin notarlo, por inercia, te comía vivo. Mis ojos te miraban pero no te veían. Sabía que eras vos y sabía lo que estaba pasando. El impulso seguía. Vos ahí, casi obligado, me ayudabas, te inclinabas para ayudarme en la tarea de comerte. ¿Eras conciente de que te iba a comer? Yo, ahora preñada de vos, con crías que nacerán sin padre puesto que me lo estoy comiendo. Canibalismo. Lo siento.
Te enlacé con mis enredos, te engalané y te traje hacia mí. Trémulo, ahí estabas, dispuesto a seguir tu destino. Me abalancé con ganas, con ímpetu, con ansiedad. No sabía lo que realmente pasaba, no habíamos consumado aun nuestro amor y ya estaba comiéndote. Mis patas te abrazaban y apretaban fuerte, aunque nunca fue tu intensión escaparte. Momento delicioso, saciado. Mis labios rozaban tu cuerpo mientras entrabas en mí. Te besé todo, te acaricie el cuerpo, te disfruté completo.

Era preciso hacerte mi comida, tal vez para proteger a mis futuros retoños. Algo me exigía esta acción y creo que vos también lo sabias. No opusiste resistencia. Mis ocho ojos te miraban con placer, mis ocho patas te sostenían el cuerpo. Esa sensación de que todo estaba bien. Este canibalismo sexual, aunque no lo quisiéramos, aunque no entendiéramos, y a nuestra manera, lo emprendimos juntos. Te comí y me dejaste comerte. Nos conectamos. Fue de a dos. Sacié con tu cuerpo la voracidad que me provocó tu mismo cuerpo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario