miércoles, 31 de julio de 2013

Mar Rojo


                  Una pequeña hormiga emprende su paso. Camina, recorre, busca. Y allí esta, iluminado, hermoso: el alimento deseado. Sus ojos resplandecen de alegría, se vuelve inquieta, corre de exaltación, sale hacia todas direcciones en busca de sus compañeras. Y de a poco y de a mucho, las hormiguitas comienzan a aparecer.

                  Hormiguitas rojas por doquier, se mueven, caminan, corren, recorren. Se abalanzan al alimento divino. Comen, arrancan a pedazos, se cargan de alimento, lo transportan, lo trasladan de aquí para allá. Más hormiguitas rojas. Hormiguitas en todos lados, por todos lados, furiosas, deseosas, aspirantes a tener cada una su gran porción de alimento.

                   Hormigas y hormigas! Hormigas rojas, bordó, rosas, azules, naranjas, celestes, violetas. Verdes. Se sienten. Corren desesperadas a incendiarse de placer con su alimento. Pisan firme. Se sienten. Millones de hormigas se sacian de placer con el alimento que sale y sale. Más y más; emana el alimento, el placer. Hormigas que no paran, que no dejan de comer. Más y más hormigas. Hormigas grandes, fuertes y rápidas. Hormigas carnívoras, hormigas celosas, luchadoras, combativas. Hormigas gigantes, millones, que hacen tiritar, que hacen temblar. El sonido inconfundible de mil millones y más de hormigas exaltadas, hormigas descomunales, invasoras. Hormigas al poder, comen y comen; y crecen, engordan, se enrojan y arden; y siguen comiendo.

                   Hormigas gato, hormigas perro, hormigas con sobrepeso. Ladran, saltan, vuelan, chocan, chocan y vuelven a chocar. Hormigas que queman, arden y arden más. Hormigas que transpiran, mojan. Hormigas, hormigas y más hormigas.

                   Hormigas en todo mi cuerpo cuando estás junto a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario