Una pequeña hormiga emprende
su paso. Camina, recorre, busca. Y allí esta, iluminado, hermoso: el alimento
deseado. Sus ojos resplandecen de alegría, se vuelve inquieta, corre de
exaltación, sale hacia todas direcciones en busca de sus compañeras. Y de a
poco y de a mucho, las hormiguitas comienzan a aparecer.
Hormiguitas rojas por
doquier, se mueven, caminan, corren, recorren. Se abalanzan al alimento divino.
Comen, arrancan a pedazos, se cargan de alimento, lo transportan, lo trasladan
de aquí para allá. Más hormiguitas rojas. Hormiguitas en todos lados, por todos
lados, furiosas, deseosas, aspirantes a tener cada una su gran porción de
alimento.
Hormigas y hormigas!
Hormigas rojas, bordó, rosas, azules, naranjas, celestes, violetas. Verdes. Se
sienten. Corren desesperadas a incendiarse de placer con su alimento. Pisan
firme. Se sienten. Millones de hormigas se sacian de placer con el alimento que
sale y sale. Más y más; emana el alimento, el placer. Hormigas que no paran,
que no dejan de comer. Más y más hormigas. Hormigas grandes, fuertes y rápidas.
Hormigas carnívoras, hormigas celosas, luchadoras, combativas. Hormigas
gigantes, millones, que hacen tiritar, que hacen temblar. El sonido inconfundible
de mil millones y más de hormigas exaltadas, hormigas descomunales, invasoras.
Hormigas al poder, comen y comen; y crecen, engordan, se enrojan y arden; y
siguen comiendo.
Hormigas gato, hormigas
perro, hormigas con sobrepeso. Ladran, saltan, vuelan, chocan, chocan y vuelven
a chocar. Hormigas que queman, arden y arden más. Hormigas que transpiran,
mojan. Hormigas, hormigas y más hormigas.
Hormigas en todo mi cuerpo
cuando estás junto a mí.
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