martes, 27 de agosto de 2013

Too many people preaching practices



"Too many people preaching practices, don't let them tell you what you want to be" Paul McCartney.



                    Al parecer es una cuestión bastante inadecuada. Careces de razón, pero todo lo que decís es correcto. Y no fundamentas con los mil millones de motivos existentes a tu alrededor. Te compenetras y los ves; ves esos motivos claramente dispuestos a defenderte, a afirmar tu capricho. Y aun así, no los utilizas, no los necesitas. Los reafirmas en tu ser, los amas, pero los guardas. Careces de razón…por un instante parece cierto. Porque los dejas ver aquello que parece ser y despedís una seguridad dubitativa. Los dejas ver…quizá, lo que pueden ver, porque quizás no entenderían la seguridad de lo es, de ese ser dispuesto a todo, creado por todo, avalado por todo.
                    Y un mundo cercano se desliza por aquí, va unido de la mano de otro mundo, el paralelo, el inaceptable, el querellante…el que anda queriendo andar la vida,  con su rotación, translación y procesión a la inversa. Esos dos mundos van a la par, a la deriva; van bien. Excitantes, expectantes y extravagantes. Andan a paso firme con la casa acuesta y meditabundos. Se cruzan en un punto y por un momento coinciden en razón. Esa razón de la que se habla, de la que se necesita, de la que se cree que vale. Y quizá en ese momento, y sólo en ese momento, los mundos producen un universo propio de este universo; éste, morador de mundos comprendidos, mundos adecuados, mundos con razón.
                    Parece mentira pero es verdad. La mentira que se oculta demuestra la verdad que se demuestra. Esa verdad mentirosa, es una verdad sin fundamentos. Que cobra veracidad por el hecho de presentar efímeros indicios de razón, de certidumbre, de sazón. ¿Y si digo “Veni, vidi Vici!” como dijo Julio Cesar? Veni. Vidi. Vici. El universo racional festejara mi éxito! Sólo porque lo dije. Habrá también dicho eso Colon cuando llegó a América? Se necesita creer, se necesita reír, se necesita…y por un momento me compenetro al universo racional. Cuando los mundos se cruzan en es punto entre los tres movimientos, y es allí en ese punto que “vine, vi y vencí”  en este universo,  dejándome regodear por la razón, por la tranquilidad de pertenecer, de creer, de ignorar la mentira verdadera y ser parte de la nube estructurada de razón. Que se disipa luego del placentero momento de intersección de mis mundos: el de la razón y el de la des razón.    

Y un día la vas a dejar ir...



Y un día la vas a dejar ir…lenta, apacible, risueña.
Y se irá contenta revoloteando por doquier, mirando al horizonte,
Tranquila, rebosante de alegría.
Y cantarán los pájaros que alguna vez gorgojearon canciones impuras convirtiendo sus melodías en serenas baladas.
Y un día la vas a dejar ir… trémula, la veras ir, despacito por los lados casi atónita de tanta libertad, de tanta responsabilidad y de tanta ligereza. Surcarás tus miradas para ofrecerle espacio, esperarás allí, viéndola partir hasta perderse de amor en el horizonte.
Y un día la vas a dejar ir…vivirán eternas y felices, quietas y serenas. Y podrán pertenecerse y estar a la par a la distancia.
Será como un tesoro preciado, premiado. Regirán las leyes de la nada
y la nada misma resurgirá.
No volverán a verse, jamás, pero en lo profundo serán inmensamente inseparables y estarán ahí, en ese lugar que ninguna está, pero que ambas comparten. Ahí. En el preciso lugar en que requerirán de la otra.
Y un día la vas a dejar ir…
Y un día la vas a dejar ir…

Ey! (Somos dos...en uno...)



Ey! Escucha. Escuchame hablar. Si, dale, escucha lo que tengo para decirte.
Harán falta palabras para expresarte lo que siento?
Si lo que siento esta en vos, por vos y para vos.
Ey! Mirame. Dale, mirame. Vas a ver que lindo! Me vas a sentir respirando tu aire.
Este aire compartido por los dos. Saboreado por los dos.
Ey! Sabes? Te entiendo. Si. Te entiendo. Y sé que vos me entendés. Es algo mutuo.
Somos diferentes, pero nos une ese aire que respiramos juntos.
Me acaricias con la mirada y te abrazo con la voz.
Ey! Estas acá conmigo y yo estoy allá contigo, escuchandonos, sintiendonos.
Siento con intensidad tu calor, esa pasión desenfrenada
con la que arremetes la vida. Y sentís, cómo yo con desenfrenada pasión,
me adueño de la vida.
Esta vida unida por un soplo, un hálito; por un aire.
Ey! Mirame! Escuchame! Ya sabes que voy a decir. Pero qué lindo es escucharlo en otro! Eso mismo que siento acá y que tenes vos
 Armonizar, sentir, querer juntos…
Ey! Qué lindo es saber que estas ahí  y conmigo…

domingo, 18 de agosto de 2013

Juguemos


          Dulce corazón, estas pacíficamente metido en tus sueños de maravillas donde la imaginación da rienda suelta  a una forma de vida sin limites.

          Dulce corazón es de día, abrí tus ojitos jóvenes y tiernos y veni a jugar. Te acaricio esa cabecita de sueños y te susurro canciones de alegría. Deja esas maravillas por un rato y vamos a jugar. Afuera nos espera el sol.

          Dulce corazón, sonríe. Toma mi mano y vamos a jugar. Corramos, saltemos bailemos cantemos y no paremos de reír.

          Dulce corazón. Construyamos montañas de caramelos, volcanes de chocolate y nademos en vainillas por los mares de jugos de  colores para llegar al castillo de galletitas y sentarnos en las escaleras de alfajores para tomar un helado.

          Bajemos rápido por el tobogán para llegar, de una carrera, a las hamacas que nos esperan para volar. Vayamos por los pasamanos hacia la calesita y giremos y giremos junto a los caballitos, autos y sortijas hasta que nos mareemos de reír.

          Dulce corazón, subite a mi espalda que te llevo, de una corrida, a la tienda de disfraces y elijamos ser lo que queramos, como queramos.

          Dulce corazón, si, reí, reí con esa dulce vocecita que me llena de ternura y me colma el corazón. Reí que me haces reír. Me rio a carcajadas de tus risas y vos te reis con las mías.

Explotamos de alegría.

          Dulce corazón, que gran día de juegos. Cuantos abrazos, cuantas risas, cuantos momentos para recordar que alimentan y fortalecen nuestro corazón.

          Dulce corazón, leamos un cuento. Un cuento tan perfecto como nuestro día. Y despacito, con una sonrisa, conectate nuevamente a ese mundo interior y vuelve a soñar con la misma magia de siempre, que mañana volveremos a vernos y jugar otra vez.

sábado, 17 de agosto de 2013

Lacrima


                    Y una lágrima calló. Y sopló, sopló tanto que llegó al mar. Ese mar cálido, lleno de gotas de agua salada. Y la dulce lágrima naufragó allí, rodeada de aquellas gotas que la invitaban a pasear en la ciudad de sal. Recorrió ese mar punta a punta, observó animales emocionantes, arrecifes coloridos, contempló los atardeceres más bellos, escuchó los sonidos más apacibles que haya escuchado. Lagrima viajera. Escaló las olas más altas y buceó por las profundidades más silenciosas. Y en cada lugar, fue depositando un poquito de su ser, convidando al mar, sentimiento, y dejándose llenar de sal, de mar. Y en un mágico atardecer, la lágrima salada calló rendida dejándose ser, transformándose en gota de mar. Y al día siguiente, con los rayos del sol, se atrevió a subir por el sendero marcado de la brisa que acuna. Su cuerpo mutó a un cristal celestial llegando donde descansaban sus nuevas compañeras de viaje. Desde allí oteó aquella inmensidad bajo suyo, para luego caer en forma de lluvia, desembocando en el río de la montaña más hermosa que haya visto. Su cuerpo esta vez se convirtió en agua dulce, fresca. Junto con las demás gotas, corría por aquella montaña, hasta que unas manos conocidas la tomaron de sorpresa. Vio con alegría acercarse una sonrisa. Entró en aquella boca con ganas de beber y la complació con su frescura. Y entró a ese cuerpo conocido. Ese lugar por la cual pasó a esa última vez que se vieron, cuando calló de esos ojos tristes que ahora estaban radiantes.

viernes, 16 de agosto de 2013

Rumbo al Océano


                   Rumbo al océano. Me adentro a la mar junto a los peces que nadan hacia adentro. Más y más adentro del mar. Recorren seguros su camino. Y me mimetizo con ellos. Me convierto en pez. Me metamorfoseo en animal. Surgen aletas, cavidades respiratorias, ojos saltones, escamas. Siento mi cuerpo cambiar. Respiro en el mar, respiro mar. Y me sumerjo.

                    Gran mundo acuático, lleno de vida, vidas raras, ajenas, desconocidas y bellos tonos, bellas imágenes. Mar. Mi cuerpo nada ágilmente, deja sentir el agua sobre su piel. Recorremos. Aguas cálidas y sabrosas. Tan gentiles y delicadas gotas saladas. Y vuelvo a la superficie, salgo, de un gran salto, y sigo navegando en el aire, perdiéndome entre las nubes. Esas nubes con gusto a mucho, con sabor a todo. Y me cantan. Y me encanta. Vuelo con las águilas desenfrenadas. Soy un pez entre ellas. Volamos. Abajo, a lo lejos, apenas un puntito, estoy yo. Recostada en la reposera bajo el sol. A punto de caer, un libro en la mano. Me lanzo hacia mí. Caigo en maravillosa picada. Me acerco más y más a mí. Impacto directamente en mi frente. El libro cae. Sobresalto. Abro los ojos. Me despierto.    

lunes, 12 de agosto de 2013

Cuerpos de nadie


               Noche apacible, hermosa mañana. Día primaveral, la leve brisa roza sus cabellos. El tímido sol entibia la dulce y suave piel. En pocos segundos, el aire se vuelve denso, la luz se transforma, la gente se amontona, espera. Uno abajo espera. El calor ya se siente. Comienza a escucharse el ensordecedor ruido de lo temido. Se acerca, todos nos abalanzamos a esperarlo, expectantes, solicitantes. Ya está aquí con nosotros. Avanzamos o tratamos de avanzar. El mundo cambia. Ya no somos nadie. Somos masa. Cuerpos de nadie. Comienza el proceso y la transformación se hace notar. Manos, brazos y codos. Perros, vacas, sardinas. Cada parada, más. Más masa, más nada.

                 Surge una playa, una hamaca y el ruido del mar. El paraíso, el lugar soñado, el punto de relajación. Ella lee un libro, sus ojos, centellantes, se iluminan de placer. Perfecta, como sedada, se reclina sobre la hamaca y contempla el bello atardecer, siente esa energía vibrante, llena de poder. Camina sobre la arena, siente el blando y cálido cosquilleo en sus pies. Se le ocurre compañía. Aparece Chester, un labrador incondicional. Corren, juegan, ladran, ríen. Él los observa. Solos, en la inmensidad del mar, de la playa, del atardecer. Ella se encuentra frente al mar, mirando fijamente hacia el horizonte, quieta, oye el sonido de las olas, las gaviotas, los ladridos de Chester a lo lejos. Huele el mar, siente la fresca arena colándose por sus dedos y sus pies. Tirita, el solo hecho de pertenecer un segundo a aquel inolvidable y maravilloso lugar la estremece de placer. Todo por un instante es perfecto. Sus ojos, húmedos y resplandecientes, brillan, su boca, relajada.

                 Siente una molestia en el cuello, mira, ve, enfrenta lo inevitable, la realidad, la tosca y negada realidad. Se reincorpora. Lanza una mirada maltratadota. Cuerpos de nadie. Los ve, los diminuye, los apabulla, los detesta, los imagina. Este brazo gordo, esta panza flaca, este cuerpo tosco, alto, bajo, inquieto, cuerpos bruscos, incómodos, sueltos. Y más, personalidades varias, quejas, gritos, risas, ruido, besos, miradas, olores, fantasías rotas, sueños, y más, y más.

                  Justo a la derecha, un reflejo devuelve una imagen. Esos ojos, ese cuerpo, esa mirada. Son conocidos, o eran conocidos. Se mira se busca, se pregunta, se asombra. Qué es lo que quedó del él. Acaso esta masa de la cual forma parte es la responsable de sus duras pupilas? Acaso esta masa, imposible de sortear, es la culpable de sus canas? Acaso esta masa de la cual juró no pertenecer jamás es la causante de su accionar?

                 Esas sensaciones, esos contactos, esa actividad, se han convertido en su guía. Mira, observa, calla, siente. Vuelve con ella, vuelve al mar. Cuesta, pero la ve, la siente, siente su placer, la sueña. Una lágrima recorre su mejilla y desemboca en la comisura de su boca, la recoge con la lengua, siente el sabor a derrota y triunfo. Ella es su vida, la masa su suerte. Todo cambiará, todo cambia.

                 Sonríe, ha pasado una vida. Sale, camina, sube. Dia primaveral. Su cuerpo anda, recibe los cálidos rayos del sol, la brisa roza sus cabellos. Todo cambió. Día alegre. 

viernes, 9 de agosto de 2013

Cuore



                    Palpita aquí tu corazón. En mí. Y distribuyes mi tinta por los caminos de mi cuerpo. Te sobresaltas y doy un salto. Siento esa agitación, tu agitación que me hace sudar la gota viva. Y vivo. Vivo de tu motor, de tu energía. Y tú vives en mí, por mí, conmigo. Somos uno. Vemos aquellos árboles danzar tiernamente al compás del viento mecedor con las calidas brisas de tierra pasearse por el aire, como si fueran gotas de roció, mientras que vemos esos árboles agitarse por el sopor del viento arrasador, que mueve violentamente todo a su paso, como la tierra que se mete por nuestros poros. Y corremos tomados de la mano mientras mis pies sienten el peso del cuerpo rebotar sobre la acera y tú sientes el galope con fuerza y rapidez. Sentimos la digestión con pesadez, sentimos el sueño con apacibilidad. Somos eso, los dos. Porque compartimos la experiencia, y latimos juntos. Uno sin el otro no podría ser. Somos uno, nos ayudamos, nos empujamos a la vida. Caminamos, trotamos, corremos, sentimos. Aire, viento y ráfaga. Al son del tambor que produce el corazón, sentimos. Tú tocas esa melodía y yo danzo al compás. Suena, suena ese corazón en mí. Ese corazón tuyo, ese corazón mío…ese corazón nuestro. Mi vida es tu vida, y tu vida es mi vida. Porque sin tu vida mi vida no sería vida. Y tu vida vive en mí. Vivimos a la par.

martes, 6 de agosto de 2013

Haz de luz



                    La oscuridad envuelve el lugar. Silencio. Frió y quietud. Lentamente comienza a asomarse una tímida luz. Y por fin se la puede vislumbrar. Está parada en el medio del lugar, mirando hacia el piso, con una mirada interrogante, sombría. Quieta, silenciosa. Expresión vacía. Está descalza, de negro, con ropa ligera. Uno la ve y se pregunta qué es lo que piensa. No hay nada a su alrededor, sólo ella. Su cuerpo está tenso. Mira sin observar, meditabunda.

                    De un momento a otro, como percibiendo algo, con total lentitud y sin interés, llega con su mirada a la izquierda del lugar, arriba. Allí parece encontrar algo. Lo mira. Pero no hay nada. Es imperceptible, solo ella lo ve. Sus pies y su cuerpo, levemente se inclinan hacia “ello” hasta el punto de parecer caer. Esta sumergida en eso que mira, no pestañea, sus ojos se vuelven grandes y redondos, parece que van a salir expedidos hacia aquello. Centellean. De repente se ve atrapada por aquello. Con delicadeza estira su brazo y su dedo índice derecho y pretende llegar a aquello que mira. Y Lo alcanza; lo agarra con su dedo y lo atrae para sí. Nada sigue sin verse. Pero ella tiene “eso” en su dedo. Lo observa y lo analiza. No es realmente nada. Con un movimiento seco, lo saca de su dedo y lo deja frente a su pecho, “eso” queda flotando. Lo rodea con sus manos y de acuerdo al movimiento que realiza con ellas parece ir lentamente creciendo. Sigue sin verse nada pero ella lo ve, lo siente. Cada vez mas esta concentrada en ello, su expresión va cambiando, intriga. Todo comienza a cambiar, se siente raro. Asombro. “Aquello” alcanza el tamaño de un melón. Incertidumbre. Concentrada, ella parece moldearlo, armarlo, agrandarlo. Enojo. Crece, crece. Qué es lo que ve? Qué es lo que crece? Sus manos ya no bastan para sostener aquello, lo rodea con sus brazos. Tristeza. Ella se ve diferente, está distinta, todo está distinto. Resignación, comprensión. El lugar comienza a ser mas visible, su ropa esta más clara. Alegría. Aquello sigue creciendo, ya comienza a sentirse. Pasión. Está fresco, se oye a lo lejos, un piano. Ella cambia, se transforma, se agita. Aquello ha crecido tanto que ocupa la mitad del lugar. Sus brazos deben estar estirados, cada uno a su lado, para sostenerlo, retener aquello que está. Amor.

                      Sigue creciendo. Su ropa es gris, el piano se oye más y más cerca. Alegría, Pasión. Sus brazos continúan girando hacia atrás para abarcar todo aquello que crece. Es enorme y parece no cesar de crecer. La luz es más potente. Alegría, pasión amor. Ella resopla, respira incesantemente, gime. Pasión, adrenalina. La luz quema. Ardor. Ella Parece sentirse completa, parece a punto de estallar.  Crece, crece sus brazos se unen atrás del cuerpo. Intriga, asombro, incertidumbre, enojo, tristeza, resignación, comprensión, alegría pasión, amor; todo. El lugar se hace insoportable.

Grito. Luz. Blanco. Piano.

La luz envuelve el lugar. El piano suena gentilmente. El ambiente se vuelve agradable. Armonía. Lentamente comienza a cesar la potencia de la luz. Y por fin se la puede vislumbrar. Está parada en el medio del lugar, mirando hacia el frente, con una mirada calma, sonríe. Acompaña las melodías del piano con un leve y agradable movimiento. Serena dice:

                    “En medio de la oscuridad no era capaz de ver la luz plena que me rodeaba. Prefería guardarme con mi penumbra. Pero ahí a lo lejos te vi Luz, y te aprendí. Y te prendí. Ahora lo veo, eres parte de mí.”

                    Rápidamente, todo pareció rebobinarse. Sus brazos detrás de su cuerpo, a los costados al frente, sus manos rodeando aquello, su brazo y dedo índice derecho estirado hacia el lado izquierdo del lugar. Ella. Ella de frente, erguida, relajada, de blanco y sonriente.

sábado, 3 de agosto de 2013

Vela de agua




A veces solemos ver las cosas distintas, diferentes a como realmente son.
y prendemos agua aquello que necesita fuego. y viceversa.
Prendemos la mecha con tanta intensidad que acabamos ahogándola.
Y es así como nos prendemos fuego. Y viceversa.
Podemos demostrar que una vela prendida fuego no es más
que una vela prendida agua.
Porque es un instrumento, una ayuda.
Nos saca la sed, nos alumbra el camino.
Arde de pasión y alivia el cuerpo. Fuego y agua.
Una vela prendida...fuegoagua.
Una vela prendida agua

viernes, 2 de agosto de 2013

Masa invasiva


              Masa invasiva, masa fuerte, masa con hedor y dolor. Masa intrusa; masa que amasa, que amolda. Masa que se mezcla con tu dulce perfume, que transpira el poderoso jugo de la pasión. Masa. Masa que dobla, masa vertical, horizontal. Masa invasiva. Masa que no ayuda y que ayuda a la vez, masa que me mete entre los poros de tu cuerpo, que me acaricia con tu suave sonrisa, tus fuertes brazos. Quema, arde, aprieta, empuja, ocupa, masa invasiva. Masa que obliga y no.                   

             Tus brazos. Masa que me trae tus grandes y sentidos abrazos; Masa agridulce, masa que me delata, que me entrena, tus ojos. Me derriten. Tus grandes y oscuros ojos hacen confundirme entre los mundos y lloro. Lloro de emoción, de amor, de pasión, de ternura, de locura. Te siento.  Sentimos y compartimos dentro de esta masa descompuesta la magia la alegría y satisfacción de nuestros cuerpos, nuestras miradas, nuestras sonrisas y risas. Caricias, abrazos besos, fusión desenfrenada, fusión acomodada. Masa invasiva, dejas mi cuerpo cansado, con tantas caricias que marcas en mi cuerpo. Me rozas con tu agudeza, me agarras con efusión, me aprietas. Masa invasiva que hace  mi cuerpo tuyo. Arde, arde en mi todo en este momento.

Él y el mar


                    Y se oyen las olas romper contra las rocas. Las gaviotas vuelan. El viento sopla ráfagas saladas. En lo alto, en la cumbre, se lo ve a él. Sus gafas, su típica campera, bermudas y zapatillas. Está sentado en las rocas contemplando el mar. Piensa. Aquel no es el mar que solía conocer. Está más rudo, más crudo, más atrevido. Aquel mar ruge, impone, exige; no pide. Aquel mar lleva y trae en sus olas muchos recuerdos, sus recuerdos…y su presente. Aquel mar no espera, opera. Saca de él los sentimientos más arraigados en su ser. Los trasluce, los desnuda, los aja, los deja al rojo vivo. Se sienten. Aquel mar grita, ensordece, aclara, reclama, dispone y reina.

                    Y él entiende. Y escucha. Ve y se deja ver, deja que ese bravo mar saque de sí sus más recónditos atardeceres. Todo. Aquel mar trae, en sus olas, lo bueno, exitoso y fantástico de su vida y aquel mar trae, en sus olas, lo malo, el fracaso, lo hiriente de su vida. Trae todo aquello y se lo lleva vuelta al mar. Lo trae y lo lleva. Lo busca, lo encuentra lo acerca y lo devuelve. Aquel mar muestra, demuestra. Expone. Aquel mar aclara sus pensamientos, sus sentimientos, los arma, los desarma y los vuelve al mar. Viene y se va. Aquel mar. Y él lo ve. Aquel nuevo mar furioso y deseoso lo levanta. Se levanta. Se mantiene en pie, vista fija al mar, aquí cerca, donde rompen las olas en sus rocas. Y el viento comienza a silbar. Y silba cada vez más intenso y más, más intenso. Él está firme oteando el horizonte frente al mar. No se deja arrastrar por aquel viento silbador. Y se contagia de mar. Y de viento. Se adueña de sus purezas, de sus firmezas. Se siente poderoso, se energiza. Sinergiza con el mar. Sonríe. Ha descubierto su verdad. Aquel hombre pensativo se mimetiza con aquel mar. Ruge con aquel mar. Y ese hombre se pone a andar. Sale a la conquista con seguridad, cargado de mar y viento. Va…él y el mar.

Camino II


                      Desde la copa del árbol te vi. Venias a paso firme, pero con mirada indecisa. “Vamos” decía para mis adentros. “vamos que llegas, llegaras a mi”  

                      Desde la copa del árbol, antes de envolverme en la dulce manta, te vi. Venias con paso tranquilo. Ya estabas en el árbol, llegando a mí.

                      Desde la copa del árbol te sentí. Tambaleabas. Desde dentro de mi manta te percibía dubitativa. Vamos! Pensaba, qué esperas falta poco.

                      Desde la copa del árbol te vi. Estabas acá, cerca mío. Confundida. Pero aquí al fin. Decidida a lograrlo todo.

                      Desde la copa del árbol te vi, y te esperé. Vamos, te decía, vamos que el temblor ya casi se termina.

                      Desde la copa del árbol te vi. Estabas feliz y junto a mí. Vamos Cocó, volemos. Volemos alto que no tenemos fronteras, que hoy todo puede ser.

Camino


                     Había una vez una oruga llamada Cocó que siempre, siempre jugaba con sus amiguitas. A donde ellas iban, iba Cocó. Cocó era feliz, reía, bailaba, se enroscaba, cantaba. Su cuerpito verde y alargado se movía de acá para allá cuando le tocaba hacer alguna hazaña en algún juego.

                     Un día todo cambió de repente. Se sintió extraña, algo pasaba, no sabía muy bien qué, pero ella confió en su instinto y se largó a la conquista! Se dejó llevar por ese cuerpo que parecía raro, se sentía raro. Adónde iría? Su cuerpo se arrastraba por la tierra con gran agilidad.

                     Luego de caminar un trecho, Cocó llega a un enorme árbol y se detiene. Lo contempla. Es grande y macizo. Arriba en él, Cocó ve a sus amigas, se pone contenta y comienza a subir. Al principio fue fácil pero a medida que llegaba más alto, costaba más y más. Cocó entonces comenzó a cansarse y a desganarse. Pensaba en lo lejos que veía a sus amigas y en todo lo que le faltaba subir. Poco a poco dejó de escalar y en un instante se vio paralizada en medio de aquel gran árbol. Cocó no paraba de temblar! Sentía que no podía avanzar pero sin embargo, algo le decía que debía hacerlo. Su cuerpo estaba caliente, inmutable, queriendo avanzar, luchando contra las órdenes de Cocó de quedarse quieto. Algo grande pasaba, era raro ya que nunca le había pasado antes. Cocó se resistía, sentía miedo, le costaba seguir. Qué pasaría si seguía? En su interior sabía que todo iba a estar bien pero no podía hacer otra cosa que quedarse inerte en ese lugar.

                     Tomá coraje y subí, que lo que vas a encontrar es hermoso!”  escuchó de repente Cocó quién miró para todos lados en busca de esa voz. “quién dijo eso?” Preguntó Cocó un poco consternada. “Soy yo! Acá arriba” dijo la voz dulcemente. Cocó miró a lo alto y vio una flamante mariposa. “Oh! Qué bella sos!” Dijo Cocó con entusiasmo. “Tu también podes serlo si queres!  Debés seguir tu camino. Es difícil y cuesta, pero cuando lo lográs, será lo mejor, ánimo! Ya falta ménos!” y diciendo esto, la mariposa desplegó sus hermosas alas y se alejó volando de allí. Entonces Cocó se armó de valor, hizo un esfuerzo y siguió su marcha. Avanzó un trecho más y se colgó de una de las ramas del árbol. Allí comenzó a tejer a su alrededor una manta suave y dulce. Cocó trataba de no pensar y sólo hacer. El proceso fue largo pero logró terminarlo. Entonces Cocó se vio envuelta en un capullito construido por ella, colgado en un árbol. Estaba oscuro y silencioso adentro. Sentía cosquillas por todo su cuerpo. Quietita, pensaba en lo que pasaría. Qué ganas tenía de verse como aquella mariposa! Cada vez se ponía más ansiosa. Estaba contenta, quería salir ya de allí y de tanto en tanto sentía que estaba a punto de salir. Pero no, falsa alarma, aún faltaba. Tenía una sensación de liberación cada vez más intensa, hasta que, de repente, su capullo empezó a abrirse.

                        Fuerza Cocó!” escuchaba la oruga dentro del capullo. “Fuerza!”  Cocó luchaba por soltarse. Empujaba. Cada vez había más luz. Con gran ahínco Cocó rindió sus últimos esfuerzos y vio, a sus costados, desplegarse dos hermosas alas, llenas de colores que, vigorosamente, se comenzaron a batir. Estaba volando! La pequeñita oruga era ahora una flamante mariposa! Qué alegría! Allí estaban sus amigas, convertidas también en mariposas! Revoloteando por doquier! Cocó alcanzó a sus amigas y todas siguieron volando y jugando todo el día.