viernes, 2 de agosto de 2013

Camino


                     Había una vez una oruga llamada Cocó que siempre, siempre jugaba con sus amiguitas. A donde ellas iban, iba Cocó. Cocó era feliz, reía, bailaba, se enroscaba, cantaba. Su cuerpito verde y alargado se movía de acá para allá cuando le tocaba hacer alguna hazaña en algún juego.

                     Un día todo cambió de repente. Se sintió extraña, algo pasaba, no sabía muy bien qué, pero ella confió en su instinto y se largó a la conquista! Se dejó llevar por ese cuerpo que parecía raro, se sentía raro. Adónde iría? Su cuerpo se arrastraba por la tierra con gran agilidad.

                     Luego de caminar un trecho, Cocó llega a un enorme árbol y se detiene. Lo contempla. Es grande y macizo. Arriba en él, Cocó ve a sus amigas, se pone contenta y comienza a subir. Al principio fue fácil pero a medida que llegaba más alto, costaba más y más. Cocó entonces comenzó a cansarse y a desganarse. Pensaba en lo lejos que veía a sus amigas y en todo lo que le faltaba subir. Poco a poco dejó de escalar y en un instante se vio paralizada en medio de aquel gran árbol. Cocó no paraba de temblar! Sentía que no podía avanzar pero sin embargo, algo le decía que debía hacerlo. Su cuerpo estaba caliente, inmutable, queriendo avanzar, luchando contra las órdenes de Cocó de quedarse quieto. Algo grande pasaba, era raro ya que nunca le había pasado antes. Cocó se resistía, sentía miedo, le costaba seguir. Qué pasaría si seguía? En su interior sabía que todo iba a estar bien pero no podía hacer otra cosa que quedarse inerte en ese lugar.

                     Tomá coraje y subí, que lo que vas a encontrar es hermoso!”  escuchó de repente Cocó quién miró para todos lados en busca de esa voz. “quién dijo eso?” Preguntó Cocó un poco consternada. “Soy yo! Acá arriba” dijo la voz dulcemente. Cocó miró a lo alto y vio una flamante mariposa. “Oh! Qué bella sos!” Dijo Cocó con entusiasmo. “Tu también podes serlo si queres!  Debés seguir tu camino. Es difícil y cuesta, pero cuando lo lográs, será lo mejor, ánimo! Ya falta ménos!” y diciendo esto, la mariposa desplegó sus hermosas alas y se alejó volando de allí. Entonces Cocó se armó de valor, hizo un esfuerzo y siguió su marcha. Avanzó un trecho más y se colgó de una de las ramas del árbol. Allí comenzó a tejer a su alrededor una manta suave y dulce. Cocó trataba de no pensar y sólo hacer. El proceso fue largo pero logró terminarlo. Entonces Cocó se vio envuelta en un capullito construido por ella, colgado en un árbol. Estaba oscuro y silencioso adentro. Sentía cosquillas por todo su cuerpo. Quietita, pensaba en lo que pasaría. Qué ganas tenía de verse como aquella mariposa! Cada vez se ponía más ansiosa. Estaba contenta, quería salir ya de allí y de tanto en tanto sentía que estaba a punto de salir. Pero no, falsa alarma, aún faltaba. Tenía una sensación de liberación cada vez más intensa, hasta que, de repente, su capullo empezó a abrirse.

                        Fuerza Cocó!” escuchaba la oruga dentro del capullo. “Fuerza!”  Cocó luchaba por soltarse. Empujaba. Cada vez había más luz. Con gran ahínco Cocó rindió sus últimos esfuerzos y vio, a sus costados, desplegarse dos hermosas alas, llenas de colores que, vigorosamente, se comenzaron a batir. Estaba volando! La pequeñita oruga era ahora una flamante mariposa! Qué alegría! Allí estaban sus amigas, convertidas también en mariposas! Revoloteando por doquier! Cocó alcanzó a sus amigas y todas siguieron volando y jugando todo el día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario