Palpita aquí tu corazón. En
mí. Y distribuyes mi tinta por los caminos de mi cuerpo. Te sobresaltas y doy
un salto. Siento esa agitación, tu agitación que me hace sudar la gota viva. Y
vivo. Vivo de tu motor, de tu energía. Y tú vives en mí, por mí, conmigo. Somos
uno. Vemos aquellos árboles danzar tiernamente al compás del viento mecedor con
las calidas brisas de tierra pasearse por el aire, como si fueran gotas de
roció, mientras que vemos esos árboles agitarse por el sopor del viento
arrasador, que mueve violentamente todo a su paso, como la tierra que se mete
por nuestros poros. Y corremos tomados de la mano mientras mis pies sienten el
peso del cuerpo rebotar sobre la acera y tú sientes el galope con fuerza y
rapidez. Sentimos la digestión con pesadez, sentimos el sueño con apacibilidad.
Somos eso, los dos. Porque compartimos la experiencia, y latimos juntos. Uno
sin el otro no podría ser. Somos uno, nos ayudamos, nos empujamos a la vida.
Caminamos, trotamos, corremos, sentimos. Aire, viento y ráfaga. Al son del
tambor que produce el corazón, sentimos. Tú tocas esa melodía y yo danzo al
compás. Suena, suena ese corazón en mí. Ese corazón tuyo, ese corazón mío…ese
corazón nuestro. Mi vida es tu vida, y tu vida es mi vida. Porque sin tu vida
mi vida no sería vida. Y tu vida vive en mí. Vivimos a la par.
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