lunes, 12 de agosto de 2013

Cuerpos de nadie


               Noche apacible, hermosa mañana. Día primaveral, la leve brisa roza sus cabellos. El tímido sol entibia la dulce y suave piel. En pocos segundos, el aire se vuelve denso, la luz se transforma, la gente se amontona, espera. Uno abajo espera. El calor ya se siente. Comienza a escucharse el ensordecedor ruido de lo temido. Se acerca, todos nos abalanzamos a esperarlo, expectantes, solicitantes. Ya está aquí con nosotros. Avanzamos o tratamos de avanzar. El mundo cambia. Ya no somos nadie. Somos masa. Cuerpos de nadie. Comienza el proceso y la transformación se hace notar. Manos, brazos y codos. Perros, vacas, sardinas. Cada parada, más. Más masa, más nada.

                 Surge una playa, una hamaca y el ruido del mar. El paraíso, el lugar soñado, el punto de relajación. Ella lee un libro, sus ojos, centellantes, se iluminan de placer. Perfecta, como sedada, se reclina sobre la hamaca y contempla el bello atardecer, siente esa energía vibrante, llena de poder. Camina sobre la arena, siente el blando y cálido cosquilleo en sus pies. Se le ocurre compañía. Aparece Chester, un labrador incondicional. Corren, juegan, ladran, ríen. Él los observa. Solos, en la inmensidad del mar, de la playa, del atardecer. Ella se encuentra frente al mar, mirando fijamente hacia el horizonte, quieta, oye el sonido de las olas, las gaviotas, los ladridos de Chester a lo lejos. Huele el mar, siente la fresca arena colándose por sus dedos y sus pies. Tirita, el solo hecho de pertenecer un segundo a aquel inolvidable y maravilloso lugar la estremece de placer. Todo por un instante es perfecto. Sus ojos, húmedos y resplandecientes, brillan, su boca, relajada.

                 Siente una molestia en el cuello, mira, ve, enfrenta lo inevitable, la realidad, la tosca y negada realidad. Se reincorpora. Lanza una mirada maltratadota. Cuerpos de nadie. Los ve, los diminuye, los apabulla, los detesta, los imagina. Este brazo gordo, esta panza flaca, este cuerpo tosco, alto, bajo, inquieto, cuerpos bruscos, incómodos, sueltos. Y más, personalidades varias, quejas, gritos, risas, ruido, besos, miradas, olores, fantasías rotas, sueños, y más, y más.

                  Justo a la derecha, un reflejo devuelve una imagen. Esos ojos, ese cuerpo, esa mirada. Son conocidos, o eran conocidos. Se mira se busca, se pregunta, se asombra. Qué es lo que quedó del él. Acaso esta masa de la cual forma parte es la responsable de sus duras pupilas? Acaso esta masa, imposible de sortear, es la culpable de sus canas? Acaso esta masa de la cual juró no pertenecer jamás es la causante de su accionar?

                 Esas sensaciones, esos contactos, esa actividad, se han convertido en su guía. Mira, observa, calla, siente. Vuelve con ella, vuelve al mar. Cuesta, pero la ve, la siente, siente su placer, la sueña. Una lágrima recorre su mejilla y desemboca en la comisura de su boca, la recoge con la lengua, siente el sabor a derrota y triunfo. Ella es su vida, la masa su suerte. Todo cambiará, todo cambia.

                 Sonríe, ha pasado una vida. Sale, camina, sube. Dia primaveral. Su cuerpo anda, recibe los cálidos rayos del sol, la brisa roza sus cabellos. Todo cambió. Día alegre. 

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